viernes, 22 de octubre de 2010

LISANDRO


Caminaba ya lento, los años y su destino le cayeron encima, Lisandro , el viejo , ese del barrio todos los días pasaba por la cuadra donde yo vivía. El ruido de sus zapatos , ya gastados se sentía muy fuerte en esa hora en que el barrio dormitaba. Cuando sentía ese ruido pequeña como era, siempre intrigada por ese hombre salía a la puerta, me sentaba y lo veía pasar. El solo daba vuelta un poco su mirada para verme y una muy tenue sonrisa asomaba a su boca. Lisandro era leyenda en el pueblo, quienes lo habían conocido de joven sabían bien su historia. Hijo único de madre soltera, en una época muy difícil para serlo, pegado a ella siempre dependiente y sumiso había estudiado solo el nivel primario, pues muy joven tuvo que trabajar. De todo hizo, pintó casas arregló veredas, podó árboles plantó flores, se ganó la vida como pudo siempre junto a su madre. El amor llegó un día, el tenía 28 años ella 20. Los ojos de Lisandro-me contaron- brillaban más que nunca, mientras trabajaba cantaba a viva voz, se lo veía feliz. Más la joven con una educación superior , si bien lo amaba, dejó el pueblo junto a sus padres, que no veían al joven con buenos ojos. Ella marchó y también el corazón de el. Nunca se lo volvió a ver reír, los años pasaron , su madre murió y quedó solo en un inmenso caserón que jamás quiso vender. Pudo jubilarse, con una magra paga, dejó de trabajar solo hacía pequeños trabajos para los vecinos, los años y el dolor habían hecho mella en el. Por eso cuando todas las tardes a las 3 exactamente sentía el ruido de sus gastados zapatos corría a verlo pasar. Un día no sentí nada, salí a la puerta, Lisandro no pasó. Me enteré a -las pocas horas que el -como me dijeron , se había ido con Jesús.

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