Salí un momento de mi caja de zapatos, me enderecé,
estiré mis brazos y mis piernas, para recorrer un poco el alma de las
personas.
Me hice intangible y penetré en varias almas, en algunas la bruma no me dejaba ver nada, vi lujuria, envidia celos, salí de allí lo más pronto que pude, seguí el viaje hacia otras almas. Encontré almas simples, sin nada que pudiera corromperlas dada su simpleza y me sentí feliz de estar en ellas. Pasé por almas abrumadas por el dolor, que no podían salir de él, almas sin vida casi, almas errantes buscando su destino.
Hasta que llegué al alma de un niño pequeñito, un niño que había nacido ciego, nunca vi una alma más maravillosa. La luz en ella era blanca y diáfana, irradiaba la luz hacia todo el cuerpecito del pequeño que a pesar de no ver, ayudado por su madre, tocaba el tronco de los árboles, las hojas, olía le perfume de las flores y una sonrisa radiante emanaba de sus labios. El alma de ese niño era clauca maravillosa, entonces me di cuenta, que en la inocencia el alma de lo más bello, que no importan las carencias que tengas si en tu alma albergas la inocencia del niño, o la del anciano que ya ha vivido todo y nada quiere. Regresé a mi caja de zapatos, me hice pequeña respiré hondo y la caja se iluminó de pronto, es que me había traído parte de la luz infinita del alma de un niño que sin ver podía sonreír y vivir plenamente.
Me hice intangible y penetré en varias almas, en algunas la bruma no me dejaba ver nada, vi lujuria, envidia celos, salí de allí lo más pronto que pude, seguí el viaje hacia otras almas. Encontré almas simples, sin nada que pudiera corromperlas dada su simpleza y me sentí feliz de estar en ellas. Pasé por almas abrumadas por el dolor, que no podían salir de él, almas sin vida casi, almas errantes buscando su destino.
Hasta que llegué al alma de un niño pequeñito, un niño que había nacido ciego, nunca vi una alma más maravillosa. La luz en ella era blanca y diáfana, irradiaba la luz hacia todo el cuerpecito del pequeño que a pesar de no ver, ayudado por su madre, tocaba el tronco de los árboles, las hojas, olía le perfume de las flores y una sonrisa radiante emanaba de sus labios. El alma de ese niño era clauca maravillosa, entonces me di cuenta, que en la inocencia el alma de lo más bello, que no importan las carencias que tengas si en tu alma albergas la inocencia del niño, o la del anciano que ya ha vivido todo y nada quiere. Regresé a mi caja de zapatos, me hice pequeña respiré hondo y la caja se iluminó de pronto, es que me había traído parte de la luz infinita del alma de un niño que sin ver podía sonreír y vivir plenamente.
Qué tierno, qué tierno y qué hermoso paseo por las almas.
ResponderEliminarMe gustó mucho tu relato. Besos amiga.
Me gustan tus relatos. Éste me dejó un sabor agridulce.
ResponderEliminarMe quedo contigo.
Un abrazo.
La inocencia es lo más puro...
ResponderEliminarLindo relato, amiga!!
Besos grandes
De las almas mas diversas
ResponderEliminarsiempre las de los niños
son las mas luminosas.
hasta pronto Mario
eEs un recorrido de mi alma, me gusta juagar conla imaginación! un beso! Gracias!
ResponderEliminarGracias Mar me agrada que te quedes! un beso!
ResponderEliminarhola ceci muchas gracias! un beso!
ResponderEliminargracias amigo!!1 un beso!
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